YO NO QUERÍA
Yo no quería, pero algunas de mis
fuerzas tuvieron que ceder y hacer lo que se me pedía. Primero fue en la
mañana, me levante desayune cereal y subí de nuevo a mi cuarto. Después a la
hora de comer, me obligaron a comer cosas que no quería, pero tenía que poner
buena cara, si no sería doble el castigo. Al llegar la tarde les comunique que
saldría un par de horas, yo resignado, esperaba una negativa, pero no se
opusieron. Salí emocionado. Iba al teatro a ver una obra donde sale una amiga.
Llegue a la taquilla a la mera hora y pregunte si todavía alcanzaba a entrar,
me dijeron que si y pague. Una vez dentro del pequeño teatro comenzó a
presentarse otra vez mi frustración y mi desesperación se sacudía, yo como buen
espectador solo miraba a mí alrededor. Estaba rodeado de adolescentes. Si,
adolecentes con sus iphones, tabletas y esas cosas, todos riendo y tomadose
fotos, miro un letrero en la pared que dice “aforo para máximo 120 personas”
¡uta! Y se ve que somos un montón. Comencé a sentir calor, pero en eso dieron
la segunda llamada, “ya va, ya va” me dije y apague mi celular. Pasaron un par
de minutos en esta misma circunstancia hasta que dieron la tercera llamada,
“por fin” dice el señor que está a mi lado, y dicen: “tercera llamada,
comenzamos” ¡uta! Parece que les dijeron hagan todo el ruido posible: aplaudieron,
chiflaron, gritaron ¡ah! Claro todos con sus iphones en la mano para capturar
el momento. Toda la obra no dejarón de hacer ruido, de subir los pies a las
butacas, de platicar entre risitas, de gritar más fuerte si el actor gritaba.
No podía, ya no podía, por fin salía de aquella casa de locos para entrar a
esto, no es justo y yo que les hice, que quede claro que me controle lo más que
pude, mi mano, no dejaba mi cara, y la apretaba para contarme. Y entiendo por
eso que cuando la pongo ahí es que porque estoy muy desesperado. Cuando todos
los actores habían salido de escena para entrar a otra, grite: “¡que nunca
habían asistido al teatro bola de puercos!” “¡si saben que no se suben las
patas!” y aventé los pies de la chica que estaba detrás de mí con sus pies en
mi asiento, “¡y que se apaga el maldito celular!” mientras le quitaba y aventaba al suelo el celular a un chico de
la fila de adelante mientras me grababa, “¡no chinguen, de por si la obra está bien
culera, y ustedes no me dejan escuchar lo que dicen!” “¡pero ya verán
cabrones…!” y comencé a caminar entre las filas, hacia una chica que no dejaba
de reírse y grabarme con su celular, “¡Ahorita mismo vas a ver lo es chingar a
la gente!” en eso todos comenzaron a moverse y gritar.
Cuando abrí los ojos estaba en el
suelo de teatro, dos hombres de seguridad me empujaban con muchas fuerzas hacia
el suelo. Después de ellos, miles de iphones me grababan. Quise levantarme a la
fuerza y no pude, lo único que logre fue que se rieran de mí y me golpearan
otra vez.
La obra se canceló. ¡Que tiene, al fin
y al cabo era una basura! Después de que sacaron a toda la gente del teatro,
entraron los policías. Yo ya estaba tranquilo, relajado y todo apeñuscado por
los hombres estos.
En lo que me ponían las esposas, uno
de los hombres de seguridad me dijo, “¡yo siempre he querido hacer eso carnal,
¿pero o tienes muchos huevos o estas bien loco? Y me dejo a disposición de los
policías, igual de finos que los adolescentes.
Ahora, otra vez estoy aquí, y no es
que “no quería controlarme”, como dice el juez, y yo pienso ¡porque hay gente
tan puerca! Pero no se lo digo al juez, ¡qué va! La última vez que lo hice me
dieron más días en la procu.
No falta mucho para que llegue mi
hermano y su esposa y me reclamen, la esposa llore y todo el show. Ellos me
aceptaron en su casa para disque “cuidarme” pero no hacen otra cosa que
tratarme como niño. Dicen que tengo delirio de agresividad en público. ¡Chale!
Si me hubiera controlado más, si mi mano hubiera aguantado más en mi boca,
podría estar en con mi amiga, la actriz, platicando de lo bien que actuó y de
lo mucho que me gusto la obra.
Magdalena Bocanegra